Dios quitó su miedo y lo reemplazó con fe acompañada de obras.

Toda mi vida estuve tan atada por el miedo que había perdido la esperanza de ser libre. Al trabajar los pasos, una luz brillante al final de un túnel largo, frío y oscuro repentinamente resplandeció con un calor reconfortante. Sin embargo, en cada paso los miedos seguían apareciendo. Tomar la herramienta sencilla de un inventario “Del miedo a la fe” me ayudó a volver la mirada hacia Dios y hacia la solución de los pasos dos y tres.

Comienzo escribiendo un miedo en particular. Incluso el simple acto de tomar la pluma y el papel y definir aquello que me asusta ya me hace avanzar bastante. Luego escribo por qué lo tengo. Usualmente, hubo una situación difícil en mi pasado y concluí que Dios no estaba presente para mí en un área específica de mi vida. También hago un breve inventario de cómo ese miedo me ha llevado a comportarme de maneras irracionales. Termino la parte reflexiva del ejercicio orando la oración del miedo del Libro azul de AA, página 68: “Dios, por favor quita mi miedo y dirige mi atención hacia lo que Tú quieres que yo sea.”

Después, escribo la parte de la “fe” en el inventario “Del miedo a la fe”, redactando en oración una respuesta a mi miedo y a mis razones para tenerlo. Exploro las formas en que Dios sí está presente y actuando en mi vida. Hablo con esperanza sobre la situación desde una posición de confianza en que mi Dios es realmente amoroso. Incluso si siento que me falta fe, escribo la fe de todos modos. Esa es la magia de este inventario: no necesito hacerlo funcionar para que funcione. Finalmente, respondo a los comportamientos irracionales que escribí, identificando nuevos comportamientos saludables. Puedo preguntarme: “¿Qué quiere Dios que yo sea?”

Es fundamental compartir estos escritos “Del miedo a la fe” con otros. También puedo usar este ejercicio verbalmente, y a menudo lo incluyo en llamadas como parte de un Paso Diez o de manera independiente. Descubro que cuanto más comparto mi fe con otros, más crece y cobra vida. Al enfrentar mis miedos y afirmar mi fe con el apoyo de otros que comparten un mismo problema y solución, la luz de la esperanza y la gratitud dentro de mí crece y se expande.