Viajar per se es un gran don concedido por Dios. Algunas personas no pueden permitírselo por problemas físicos o económicos. Viajar amplía la perspectiva, inspira, familiariza con nuevos lugares, nuevas personas y nuevos países. Tanto si estoy descansando como trabajando, viajar forma parte de mi vida. Estoy muy agradecida a Dios por este regalo. ¿Por qué es necesaria la sobriedad cuando viajo?

En primer lugar, la sobriedad me permite alcanzar los objetivos y realizar las tareas que me propongo al principio de cada viaje. No importa si estoy de vacaciones o en un viaje de trabajo. Viajar no tiene sentido sin sobriedad, y viajar cuando estás consumiendo es una pérdida de tiempo
En segundo lugar, la sobriedad me ayuda a disfrutar al máximo de los viajes. La naturaleza, la conexión con Dios, la unión con la gente, las nuevas impresiones: todas esas cosas son preciosas en sobriedad.
Y en tercer lugar, no importa por qué voy a un lugar. Si estoy sobria puedo servir a la gente durante el viaje, estar al servicio de Dios, como, por ejemplo: apoyar, ayudar a alguien y llenar con el brillo de Dios los corazones de personas que están tan enfermas como yo.
En la práctica he encontrado obstáculos en todos mis viajes:

1. Tengo la creencia de que mientras viajo, especialmente si el viaje está asociado con relajarse, se me permite posponer todas las tareas, incluido el programa, y volver a ellas después de relajarme, para no preocuparme por nada. Sin embargo, esta es una manera de recaer, por lo que necesito practicar intensamente los pasos diez al doce cuando estoy de vacaciones.

2. A veces estoy tan abrumada por las emociones positivas que siento que no es necesario trabajar los pasos. Esto también es mentira. Soy una persona enferma, por eso puedo perder el equilibrio emocional y sentir que me he caído desde lo alto de un columpio, aunque estuviera de buen humor. Me canso de la alegría permanente, de la positividad, de las emociones desbordantes, por eso necesito que Dios me devuelva el equilibrio emocional. Realmente necesito el paso once y la renovación.

3.El cambio de mi dieta habitual es un detonante. Siempre como en casa, ya que necesito cocinar para mí misma debido a mis problemas estomacales. Cuando como fuera de casa me olvido de mis necesidades y empiezo a comer comida rápida, comida precocinada que está disponible en las tiendas, comida salada, grasienta, frita. Empiezo a comer sin límites comida dulce, que me está prohibida. Como resultado, me siento mal, me enfado, tengo deseos de consumir lujuria, me siento enfadada, molesta e incómoda. Esta es una situación peligrosa para mí. Por eso, durante un viaje tengo que estar atenta a mi cuerpo en todo momento y preocuparme de antemano de dónde y qué voy a comer.

4. Además, me detona escuchar música pop por todos los sitios ya que, en casa no la escucho porque me parece tóxica. Antes me sentía avergonzada e incómoda en estas situaciones. Ahora sonrío y pido que apaguen la música. Si por alguna razón no puedo evitar la música tóxica rezo y mientras rezo miro la situación con “los ojos de Dios”, y percibo lo que está pasando. “Dios, ayúdame a tratar toda esa música y a las personas que la escuchan con tolerancia y compasión”. Hace 10 años dejé de ver la televisión porque casi el 97% de la información que veía en ella me resultaba tóxica.

5. A veces estoy rodeada de personas extremadamente tóxicas que dicen palabrotas, actúan de forma agresiva, etc. Necesito rezar por ellos y por mí para no reaccionar ante su agresividad y no convertirme en una fuente de negatividad, así como para evitar el daño que pueda causar a esas personas. En casos complejos llamo o escribo a mi madrina o a mi compañera de renovación. A veces pido una bendición a las compañeras del chat de mujeres. Hago todas esas cosas, aunque viaje por mi ciudad natal.

6. Otra cosa importante es que mi horario diario cambia cuando viajo. Si no puedo dormir lo suficiente, pierdo la noción del tiempo o no me doy cuenta de que no sigo la regla “Demasiado Hambrienta Enfadada Sola Cansada”. Aquí necesito el programa. Necesito parar en el exceso de tareas, bajar el ritmo y preguntarle a Dios cuál es el siguiente paso que tengo que dar para vivir ese día con Él.
Durante mi viaje de vacaciones de Año Nuevo no me di cuenta de que estaba incumpliendo mis normas día tras día: Utilizaba mucho el móvil, me acostaba tarde, comía demasiados dulces, probaba un poco de alcohol para no ofender a los seres queridos y para complacerme a mí misma. Sentí autocompasión, coqueteé un poco, no practiqué el décimo paso, no llamé a mi compañera de renovación. Al final de mi viaje corrí a casa para restablecer cuanto antes mi sobriedad y mi modo de vida habitual. Pero necesito vivir con el programa y no solo estar encerrada en mi apartamento.

Además, ¡puedo llevarme los doce pasos conmigo! El estado de ánimo también es muy importante. Durante diez años fui a ver a mi padre, que vivía en otra región, con la misma actitud: sabía que tendría que escuchar sus sermones y sus reproches. Todo era previsible en esos encuentros. Pero últimamente tomé la decisión de que el próximo viaje estaría lleno de alegría, amor, aceptación y perdón pasara lo que pasara. Y así sucedió. Dios me acompañó. No le dejé en mi pequeño apartamento.

Para mí es crucial llevar conmigo mi caja de herramientas espirituales cuando viajo. Durante mi último viaje, mi madrina me recordó que debía ser agradecida conmigo misma, con Dios y con los demás. Siempre me olvido de eso, así que puedo sufrir por la falta de pan o quejarme de que el sol brilla demasiado poco. Pero cuando escribo mi lista de agradecimientos, siento que la vida juega con nuevos colores y mi corazón se llena de luz y amor. Mi Poder Superior y mi esperanza hacen maravillas. No importa dónde esté, si Dios está dentro de mí y si aplico los principios espirituales en todos mis asuntos, entonces no sólo soy feliz, sino que estoy preparada para servir a Dios y ser útil a las personas que realmente lo necesitan.