
Los pasos eliminaron la vergüenza y el perfeccionismo, una combinación mortal que le impedía mostrarse vulnerable.
Cuando siento vergüenza, me siento vulnerable. La definición de vulnerabilidad es «la incapacidad de protegerse a una misma de ser herida, atacada o ridiculizada». El diccionario también menciona «una persona que necesita cuidados, apoyo o protección especiales».
Cuando otra persona o yo misma me avergüenzo, tiendo a bajar la mirada, sonrojarme, querer taparme la cara, esconderme o huir.
La vergüenza me impedía acceder al programa. No podía pasar del primer paso. La vergüenza puede provocar una recaída en el primer paso, en el cuarto o en el noveno.
Durante años, mantuve la sobriedad, pero la vergüenza bloqueaba mi recuperación. No era feliz, ni alegre, ni libre.
La vergüenza se aprende en la infancia, desde el nacimiento hasta los tres años. La culpa se aprende a partir de que la persona adquiere la capacidad de razonar, alrededor de los siete años.
La culpa se refiere a las cosas que hago o que digo de forma equivocada, por ejemplo, los pensamientos o comportamientos lujuriosos.
La vergüenza dice que yo soy un error. Destruye lo que siento por mí misma, afectando a mi autoestima y a mi identidad.
Las palabras, las miradas y los gestos me decían que no era lo suficientemente buena. ¡Llegué a creérmelos y a repetírmelos hasta la edad adulta! Las consecuencias de estos mensajes o creencias avergonzantes son las siguientes:
1. Me siento incómoda conmigo misma o siendo yo misma.
2. Me incomodan los cumplidos.
3.Utilizo palabras como «debería», «tengo que», «es mi obligación».
4. Tengo miedo de no hacerlo perfectamente, así que procrastino porque me digo a mí misma que es imposible.
5. Pienso en términos de lo que está bien o mal, es blanco o negro, sin permitirme zonas grises.
6. Incluso cuando hago algo bien, no es lo suficientemente bueno; nunca soy lo suficientemente buena.
7. Si cometo un error, pienso que soy una mala persona y me siento inútil.
8. Necesito desesperadamente tener razón.
9. Soy muy sensible a las críticas y los comentarios negativos.
La vergüenza ataca cinco creencias básicas sobre mí misma. La vergüenza me dice que no soy digna de ser amada, que no valgo nada, que no soy buena, que no se puede confiar en mí y que no soy íntegra. Estoy vacía. El acrónimo de SHAME (vergüenza) significa «Should Have Already Mastered Everything» (ya deberías haberlo aprendido todo). La vergüenza es el sentimiento, y el perfeccionismo es el defecto de carácter que compensa o equilibra mi sentimiento de inutilidad.
Se podría decir que era adicta al perfeccionismo o que formaba parte de mi personalidad obsesivo-compulsiva. Necesitaba que los demás reafirmaran mi autoestima. Necesitaba complacer a los demás, ser la mejor, saberlo todo, darlo todo o trabajar hasta el agotamiento. Todo esto me generaba resentimiento. Entonces proyectaba mi resentimiento hacia los demás juzgándolos, igual que me juzgaba a mí misma. Culpaba a los demás y les encontraba defectos para negar mi propio pensamiento y comportamiento equivocados. Este proceso me producía sentimientos de odio hacia mí misma, culpa y vergüenza, que alimentaban mis adicciones.
Necesito el valor para mostrarme vulnerable, y la vergüenza es un gran obstáculo, tanto en mi programa como en mi vida. Cuando siento vergüenza, busco complacer a los demás, adivinar lo que quieren para ganarme su aprobación o trato de manipular a los demás o las circunstancias para conseguir lo que quiero. Me siento como una víctima, y esos comportamientos y los sentimientos resultantes alimentan mis adicciones.
Por otro lado, cuando tengo el valor de mostrarme vulnerable, dejo que los demás vean quién soy realmente. Se trata de ser yo misma en lugar de proyectar una imagen o una máscara para ganarme la aceptación o evitar el rechazo. Pido lo que quiero y me hago responsable de mis pensamientos, palabras y acciones. Aprendo de mis errores en lugar de hacerme la víctima o intentar jugar a ser Dios. Gano integridad, respeto por mí misma y autoestima.
La vulnerabilidad no se trata de revelar información, sino de mostrar la apertura adecuada con aquellas personas que se han ganado mi confianza. En otras palabras, puedo establecer límites adecuados. A medida que trabajo los pasos dentro de la seguridad de nuestro programa, aprendo a establecer límites adecuados y, al compartir mis errores y defectos, la culpa y la vergüenza pierden gradualmente su poder para alimentar mis adicciones. Mi enfermedad y mis defectos solo desvirtúan mi hermoso verdadero ser. Elimino ese velo trabajando para mostrar mi yo verdadero. Puedo sentir y creer que soy una preciosa hija de Dios.
Tricia S., Pennsylvania, EE.UU.