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No lo dejé, me rendí

No lo dejé, me rendí. Comencé mi andadura en este programa cuando una amiga de Al-Anon me dijo que yo era una adicta al sexo. Para demostrarle que estaba equivocada, acepté asistir a seis reuniones de SA. Durante esas seis reuniones, poco a poco fui admitiendo que era una adicta al sexo. Al principio no tenía contacto visual con otros miembros y no compartía. En mi primer grupo base había otras seis mujeres. Asistíamos a dos reuniones semanales como grupo, lo que me ayudó a conectar con el programa y entonces empecé a compartir. Cuando cumplí los requisitos, tuve que renunciar a mi miedo y mi vergüenza. Me sentía peor que los miembros masculinos debido a la doble moral que se aplica a las mujeres en Estados Unidos. Los hombres pueden “andar de picos pardos” mientras que las mujeres son vírgenes o prostitutas. Estos conceptos se instalaron en mi mente. El tiempo en el programa me ha ayudado a superarlos.
Yo también soy superviviente de abusos sexuales. Cuando me di cuenta de que había sido víctima de abusos sexuales, empecé a consumir lujuria. Se disparó en la universidad, donde el consumo de alcohol disminuyó mis inhibiciones. En mi último año de universidad, hablé con un terapeuta sobre mis abusos sexuales. El principal agresor fue mi padre adoptivo. Nunca se lo había contado a mi madre. Ella murió cuando yo tenía 21 años.

Cuando llegué a los 30, era adicta a las novelas románticas con muchas escenas de sexo. Me masturbaba con las fantasías de esos libros. Solo me relacionaba con gente del trabajo. Luchaba contra la ansiedad y la depresión. Finalmente me interné en un hospital psiquiátrico porque tenía planeación suicida. Después de mi hospitalización me llevaron a SA y empezaron los milagros.
Asistí a 90 reuniones en 90 días en 1992. Algunas eran reuniones abiertas de AA porque no había suficientes reuniones de SA a las que ir en persona en la zona de Cleveland. Mi madrina me ayudó a trabajar los pasos. Hice mi primer cuarto y quinto paso en 1994. Discutí mucho con ella acerca de que el sexo era opcional. La aceptación final de ese concepto fue mi primer milagro en la recuperación.
Después abordé la rendición. Me encanta lo que Roy dice en las páginas 80-81 del Libro Blanco: “la rendición es la clave del programa”. Utilizo la rendición en todas las áreas de mi vida. Cada mañana rindo mi lujuria a mi Poder Superior de rodillas. Por la noche doy gracias a mi Poder Superior por mantenerme libre de la lujuria cada día. También entrego mi lujuria antes de dormir porque a la lujuria le gusta meterse en mis pensamientos cuando me voy a dormir. Rindo mis resentimientos cuando suceden y rezo por la persona con la que estoy resentida. Me rindo cuando me paso los semáforos en rojo mientras conduzco.

Fui a mi primera convención en 1995 en Baltimore. El primer día estaba aterrorizada de salir de mi habitación, pero me rendí a mi Poder Superior y disfruté mucho de la convención. Tengo algunos recuerdos maravillosos de las convenciones a lo largo de los años, incluida la vice coordinación de la convención de 1999 en Cleveland. Como vicecoordinadora tuve que trabajar mucho la humildad ante mi Poder Superior y renunciar a mi deseo de controlar a los demás.

Aceptación y servicio. Tardé mucho en aceptar el concepto de servicio al trabajar en mi programa. Ahora creo en el dicho de que “el servicio te mantiene sobria”. Y hoy acepto que no siempre se harán las cosas a mi manera al hacer servicio. Acepto que prevalecerá lo que sea mejor para el grupo porque el Poder Superior está al mando. Actualmente soy secretaria en mi grupo base y presidenta del Intergrupo del Noreste de Ohio. Fui delegada del Atlántico Medio de 1999 a 2001. La mejor parte del servicio es aprender a aceptar a las personas tal como son. He conocido a gente de todo el mundo. Es increíble que exista SA en tantos países. Es un milagro.

El amadrinamiento. Tuve que aceptar las instrucciones de una madrina mucho antes de estar preparada para ser madrina. Me llevó algún tiempo aceptar las instrucciones. Mis defectos de carácter de terquedad y rebeldía se interpusieron en mi camino, así como mi desconfianza hacia las figuras de autoridad. Con el tiempo, mi Poder Superior me dio la humildad para aceptar las indicaciones. He aprendido de mis tres madrinas. He aprendido sobre la rendición, aceptación y gratitud. He aprendido que no soy Dios, una verdad por la que estoy inmensamente agradecida. También he aprendido mucho siendo madrina. Sermonear no funciona. Tengo que ser vulnerable y predicar con el ejemplo, lo que a veces es arriesgado. Por ejemplo, cuando mi ahijada está resentida, le digo que rece por esa persona. ¿Hago lo mismo cuando estoy resentida? La mayoría de las veces sí, pero a veces quiero aferrarme a la rabia. En ese momento es necesario rezar más. Mi Poder Superior siempre está disponible, y eso me da paz.

Ser mujer y soltera en SA ha sido un reto, que ha requerido mucha oración y confianza en mi Poder Superior. Cuando entré en SA había otras cinco mujeres en mi zona. Poco a poco fueron abandonando y tuve que confiar en los hombres de SA como si fueran hermanos y amigos. Todos somos sexólicos en recuperación y necesitamos ser tratados por igual. Después de años en los que sólo éramos dos mujeres, ahora somos seis. La lujuria es astuta, desconcertante y poderosa, independientemente del sexo al que afecte. La confianza en mis hermanos de SA llegó lentamente, pero lo hizo con la ayuda de mi Poder Superior.

Confiar en los hombres fue muy difícil para mí como superviviente de abusos sexuales cuyos autores fueron hombres. Ninguno de los dos me pidió perdón mientras vivieron, pero con la ayuda de mi Poder Superior los he perdonado. Ese proceso me ha traído una gran sanación.

Un sabio miembro de SA me dijo que me abrochara el cinturón porque la recuperación sería una montaña rusa. Estoy de acuerdo con esa afirmación. Rendición, aceptación y gratitud son las tres palabras que me han ayudado a mantenerme sobria. Me burlaba del concepto de rendición cuando entré por primera vez en el programa, pero poco a poco empecé a rendirme a pequeñas cosas, como la frustración en los semáforos en rojo cuando tengo prisa. Siguiendo las instrucciones de mi madrina, empecé a arrodillarme por la mañana y a entregar mi lujuria a mi Poder Superior. Por la noche empecé a arrodillarme y a darle gracias por haberme mantenido sobria ese día. No estoy curada de la lujuria, tengo un indulto diario. Estoy en remisión, no curada. Por eso digo que estoy “sobria, no bien”. Nadie es inmune a una recaída.

Acepto que soy sexólica. He conocido a mucha gente maravillosa en el programa desde que acepté mi verdad. Había leído “Doctor, alcohólico y adicto” en el Libro Grande de AA. Palabras poderosas. Las leía todos los días antes del trabajo cuando tenía un jefe difícil.
También he aprendido la importancia de la gratitud. Soy una sexólica agradecida en recuperación. Este programa me ha salvado la vida.

Tengo un diario de gratitud que me ayuda a conectar con lo positivo del día. Cuando me cuesta escribir una lista de gratitud, sé que estoy en un lugar oscuro. Rezo y sigo escribiendo hasta que las palabras positivas aparecen en la página. Me siento agradecida cuando puedo compartir o moderar una reunión porque espero poder ayudar a alguien más que pueda estar herido o luchando. El recién llegado es la persona más importante en su primera reunión. El resto del grupo debe darle ánimos y esperanza. El recién llegado suele tener algo de miedo o ansiedad. En Cleveland utilizamos un formato para el recién llegado que pretende ayudar a orientarle: leemos las 20 Preguntas y la definición de sobriedad en el Libro Blanco. Creo que el recién llegado necesita sentir que está en un lugar seguro.
Este programa cambió a una mujer deprimida y suicida en una preciosa hija de Dios. Otro milagro más.

Peg V., USA

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