Cuando volví ayer a casa de una convención local de SA, me sentía razonablemente feliz, conectado y en paz, aunque no del todo. La presencia de un compañero perturbó mi serenidad hasta tal punto, que estuve luchando con la obsesión hacia él y su comportamiento a lo largo de todo el fin de semana. Es más, hace tres meses cuando escuché que se había registrado, ya sentí miedo y perturbación.
Al llegar a casa, escribí un inventario sobre él para compartirlo con mi padrino.
El inventario sacó a la luz que le había estado juzgando por presumir, querer destacar, ser especial, ser el líder, el veterano, intentar dar el mejor testimonio… ¡Esos defectos de carácter eran exactamente iguales que los míos! Las virtudes que los compensaban eran la humildad, la modestia, el anonimato, buscar a Dios, intentar servir, ser solo uno más del montón.
Todo fue aún más obvio al compartirlo con mi padrino. Yo había actuado todo el fin de semana en base a estos defectos de carácter tratando de dar testimonios espectaculares con cara de inocencia e interrumpiendo la reunión o la noche de talentos con comentarios y observaciones divertidas en voz alta. Me di cuenta de que había estado centrado en recibir en vez de en dar, en hacerme notar en vez de pasar desapercibido, en querer ser escuchado en vez de escuchar a los que lo necesitaban un oído y un corazón comprensivo.
Estuve actuando desde la autosuficiencia en vez desde la confianza en Dios, desde el ego en vez desde el amor. Me di cuenta de que si hubiera estado centrado en dar desde el anonimato, no me hubiera importado el otro compañero. No hubiera estado intranquilo después de la convención sino lleno de paz y alegría. Me molestaba su presencia porque en mi cabeza él era mi rival.
Mi padrino me dijo que podía elegir conscientemente estar en el reino de Dios, que es el lugar dentro de mi dónde Dios es el rey. Si no, estaba otra vez en mi propio reino, el oscuro sitio donde tomar de los demás para llenar mi vacío. También me recomendó una herramienta práctica que podía usar ante cualquier evento:
- En primer lugar, antes de asistir al evento, visualizar el lugar y las personas con las que me encontraría y enviar amor tanto al lugar como a las personas.
- Después, antes de entrar, pedirle a Dios que me ayudara a ser exactamente la persona que Él quería que fuera.
Existe un Dios, y yo no soy Él.
Doy gracias a Dios por dirigir todos los eventos y a mi padrino por ayudarme a desenredar esta maraña de proyecciones distorsionadas.
Doy gracias a Dios por esta nueva oportunidad para ser un humilde servidor en vez de un borracho seco que disfraza su enfermedad con el servicio.
Anónimo, Alemania.