El Poder Superior le da el valor para entregar toda su vida a la voluntad de Dios.

Cuando escucho las palabras “honestidad rigurosa”, pasan muchas cosas por mi mente: sacar lo de adentro hacia afuera, compartir con otros, escribir inventarios del Décimo Paso, hacer llamadas telefónicas y compartir con honestidad y sinceridad en las reuniones. En mi recuperación, ya ha quedado claro que esto es absolutamente necesario.

Pero ¿sabes qué? Compartir honestamente y con sinceridad con otros nunca ha sido mi problema. Siempre me he abierto, incluso antes de la recuperación, porque buscaba atención. Por la gracia de Dios, ya no hago eso hoy y limito lo que comparto con los miembros de SA.

El desafío para mí está más en ser rigurosamente honesta conmigo misma. Negaría que una casa está en llamas incluso si yo estuviera dentro. Es mucho más fácil llevar vendas en los ojos que admitir que algo no está funcionando y luego dejarlo en manos de Dios. Y parece que quiero evitar eso a toda costa.

Por ejemplo, en relación con la recuperación y sobriedad en SA, estuve enamorada de alguien por mucho tiempo. Quería que funcionara. De repente tuve mucho miedo, mucho trauma y mucha incertidumbre. Después de aproximadamente un año de mucho sufrimiento —para ambos— tuve que admitir que no estaba funcionando, seguir a Dios y soltar. Mi vida ha mejorado mucho desde entonces.

La honestidad rigurosa requiere mucho valor, y yo no lo tengo. Mi Poder Superior sí, y Él no es tímido para dármelo. Tengo que atreverme a entregarme a Él, poner toda mi vida en Sus manos y confiar en Él. Ese es el Tercer Paso: “Decidimos poner nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de Dios, según nuestro entendimiento de Él.” (AA 59) Nuestra voluntad y nuestras vidas. Por la presente me comprometo a que, solo por hoy, pondré mi vida en Sus manos. Estoy tomando nuevamente el Tercer Paso hoy. Quiero ser rigurosamente honesta y le pido a Dios la disposición y el valor para hacerlo.