
Completamente dispuesta ante Dios, con una entrega total a que Él la liberase de sus defectos, tuvo una experiencia espiritual decisiva.
Llevo cinco años en SA y tres sobria. He estado trabajando los doce pasos con mi madrina siguiendo el libro Pasos en acción. Sé que hay otros métodos en SA, pero solo puedo contar mi propia historia (lo que supongo que es honestidad rigurosa). Es un método muy detallado y minucioso, que implica un profundo examen de conciencia, a menudo bastante doloroso, pero extremadamente gratificante y hermoso, y con mucha base en la literatura. Este artículo trata sobre mi trabajo más reciente e intenso con los pasos, al empezar el séptimo paso. El título refleja una experiencia similar a la luz blanca que vivió Bill W., pero que hasta ahora nunca me había sucedido a mí.
Voy a desarrollarlo dentro del contexto del tema de esta edición: «Honestidad rigurosa». Cuando tenía nueve o diez años entregué mi vida al Dios de mi entendimiento. Hace muchos años hice los pasos sexto y séptimo en otra fraternidad en la que llevo mucho tiempo en recuperación, y desde entonces rezaba la oración del séptimo paso la mayoría de las mañanas. Pero la recitaba sin sobriedad sexual y sin la honestidad rigurosa que es una parte esencial de la sobriedad de SA. Puedo decir que siempre lo hice lo mejor que pude con la claridad que tenía en ese momento. Era como estar de pie en una habitación a oscuras, de espaldas a la ventana. Había algo de luz. Entonces me di la vuelta y me quedé mirando el sol. Así es como me siento ahora.
Lo que hice, a la manera de SA, fue prepararme para recibir este regalo del Dios de mi entendimiento mediante un minucioso trabajo de los pasos. El cuarto paso fue bastante fácil. Ya sabía que estaba resentida, que era deshonesta, egoísta y que tenía miedo. El quinto paso fue doloroso pero necesario. Fue el comienzo de una honestidad rigurosa, como dice: «Si esperamos vivir largo tiempo o felizmente en este mundo, necesariamente tenemos que ser completamente sinceros con alguien» (Alcohólicos Anónimos, pp. 73-74). Pero eso no me transformó. En los pasos cuarto y quinto me convencí profundamente de la famosa frase: «No son ellos». Me impactó más que nunca saber quién era yo y de lo que necesitaba liberarme urgentemente. Asimilé que «es verdaderamente horrible admitir que, con una copa en la mano, hemos deformado nuestra mente hasta tener una obsesión por beber tan destructiva que solo un acto de la Providencia puede librarnos de ella» (Doce pasos y doce tradiciones, p. 19).
Esto se consolidó con mi trabajo del sexto paso, que me hizo comprender en profundidad de lo que necesitaba ser liberada y reforzó mi voluntad absoluta de hacerlo. Pero al principio fue solo a nivel teórico. De ahí salió una lista de oraciones que escribimos juntas para ser liberada de los defectos y esto fue el comienzo del cambio real, más que el estudio y la reflexión.
Esta semana, he empezado mi trabajo del séptimo paso, he leído la parte introductoria de Pasos en acción y las experiencias compartidas por los miembros. He terminado las dos primeras. ¡Ha sido la experiencia más inspiradora, real, profunda y espiritual de toda mi vida! ¡Y eso que he estado haciendo todo lo posible por tener una relación con Dios desde que tenía nueve o diez años! Pero ha sido en este momento cuando lo he comprendido. He subrayado casi cada palabra de esta parte.
Estos fragmentos son la encarnación misma de la honestidad rigurosa. Cada pequeño truco, mecanismo y racionalización que había utilizado para salir adelante en la vida han quedado al descubierto por completo. Sin ningún lugar donde esconderme ni excusarme, me encontraba ante Dios, totalmente expuesta, con dos preguntas acuciantes: ¿Ésta soy realmente yo? y ¿Estoy dispuesta a que mi nuevo Amigo se lo lleve todo de raíz?
Es verdad que «cuando el alumno está preparado aparece el maestro». Mis raíces se afianzan en un nuevo suelo. En efecto, cuando no me queda nada más que Dios, descubro que Dios es suficiente.
Kathie S., Devon, Reino Unido.



