El Servicio Y La Conexión Real

He sido una persona que a pesar de haber estudiado una carrera humanística siempre viví una vida en la que el centro de todo era yo. Yo no le servía a nadie. Más bien, y salvo pocas excepciones, me servía de todos y de todo.

Tratando de hacer dinero me serví de muchas personas y de cosas. Trabajaba por el dinero, y aunque este no es malo en sí, me olvidaba que el trabajo es un servicio y ese es su sentido. También cuando interactúe con otras personas confundí el amor con lujuria. Me serví de muchas personas para obtener placer de ellas, olvidando que tienen sentimientos, tienen una historia, son tan valiosas como cualquier ser creado por Dios y además sufren. Una vida así, en la que no se ofrece nada si no es a cambio de otra cosa, no tiene sentido. Es un negocio. Una vida en la que calculo lo que voy a obtener a cambio de lo que doy es una vida miserable, donde mi egocentrismo lo ocupa todo, tratando de llevarse siempre su botín personal, su gratificación egoísta.

Creía que de esa manera iba a estar seguro en la vida. Sólo obtener y obtener. Incluso me inventé una idea de Dios que consistía en creer en él y a cambio de ello él estaba obligado a abastecerme en todos mis caprichos y necesidades. Y alcance muchas metas, siempre dentro de la concepción de lo que la vida era para mí: un negocio. Pero tengo que reconocer que nunca logré dejar de sentirme vacío. Siendo sexolico, ese vacío traté de llenarlo con lujuria y sexo anónimo. Eso trajo dificultades para conformar una relación de pareja estable y sana, y también trajo problemas en mi profesión. En poco tiempo perdí el control y muchas imprudencias salieron a la luz. Así que todo terminó como es comprensible que terminara. Mi egoísmo era el peor acto de amor que yo podría hacer hacia mí mismo. Realmente, no era un acto de amor. Era mi manera de destruirme. Es algo paradójico, pero es así.

Hoy estoy agradecido con el programa y con la posibilidad de servir. La vida no consiste solo en obtener y obtener. Consiste en servir. El verdadero servicio no espera recibir nada a cambio. Sin embargo, de manera indirecta, recibo mucho de ello, más de lo que con frecuencia suelo ser consciente. Recibo sobriedad, recuperación, gozo, paz, etc… Aparentemente estoy sirviendo a otras personas, pero realmente me estoy sirviendo a mí mismo, dejando de ser egoísta.

Puedo salir del aislamiento sirviendo en una reunión, colocando las sillas, recibiendo a un compañero nuevo, apadrinando, etc. Puedo establecer relaciones reales con personas que están como yo en recuperación, y que necesitan ayuda como yo. Y eso llena el vacío infinito de mi espíritu más que ninguna otra cosa porque descubro que este ser egoísta puede dar amor desinteresado. Puedo abandonar ese viejo cascarón de miedo donde me refugiaba con mi lujuria, haciéndome daño. Y en ese acto de amor estoy conociendo el rostro de Dios.

Por estas 24 horas aprendo de nuevo a servir. A veces no tengo el mejor ánimo para hacerlo. Pero me sucede que si lo intento, funciona por la gracia de Dios. Establezco la conexión real.

Rafael de Colombia

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